En su columna habitual del diario La Tercera, el académico de número realiza un llamado a la cordura dado el actual ambiente de la política chilena.
Desgraciadamente, en la política chilena actual el sentido de Estado es patrimonio de muy pocos, el espacio del juicio y la madurez es casi inubicable. Es difícil escuchar voces que se dirijan a los ciudadanos como si se dirigieran a adultos, que describan con honestidad intelectual lo que es realizable de aquello que no es realizable sin hacer daño al país, que subrayen que los resultados se logran extendiendo derechos, pero también enfrentando deberes.
Lograr una sociedad justa requiere sin dudas impuestos progresivos que aumenten la contribución de los que más tienen a morigerar las desigualdades, pero también un esfuerzo colectivo, niveles de conflicto menores y niveles de acuerdos más altos.
Solo cuando eso se ha producido Chile ha avanzado.
Clausuremos este tiempo de bufones, de lanzar propuestas como fuegos artificiales, cuyos costos ni siquiera se conocen, donde el único cálculo efectuado ha sido el de halagar a los votantes.
Si no se produce un reforzamiento de propuestas más sensatas en política, de conductas ecuánimes e ideas serias para avanzar hacia un futuro deseable, no ocurrirá un derrumbe de golpe, pero todo se desmembrará de a poco, nos acostumbraremos a una democracia inestable y mediocre, donde los zafios, los malandrines, los fanáticos y los simplones ocuparán casi todo el escenario, agitando no se sabe qué bandera.