Despedida del académico Jorge Cauas Lama

No puede dejar de ser un signo que apela a nuestra atención el hecho de que un hijo de esta tierra, que llegó a ella desde Belén, origen de su padre y de su madre, entregue su alma a Dios -en absoluta paz y habiéndose preparado largamente a ello con una vida retirada y silenciosa-  justamente en aquel momento del año en que todos sus hermanos en la fe miramos hacia Belén. Nada sucede porque sí. A mi juicio, si  podemos atisbar aquí un guiño del cielo, podemos también apreciar un signo de quien fue Jorge CAUAS.

Lo despido en nombre de la ACSPM, en cuyo seno lo conocí -solícito y siempre agudo, muy leal compañero en esa andadura.  Corría el año 1995 y Jorge llevaba tras de sí 60 años de una vida intensa, que se iniciara culturalmente en el Instituto Nacional, pasara por la Universidad de Chile donde se formó como ingeniero civil, la Universidad de Columbia en EE.UU. donde de la mano de un gran maestro, nominado al Nobel, William Vickrey, hizo de la Economía su especialidad; su regreso a la Universidad de Chile con la interesante formación allí del Centro de Planteamiento que deriva en el Centro de Estudios Humanísticos  con grandes figuras como Mario Góngora, Vial Larraìn, Torreti; su apoyo junto a Jorge Ahumada a los primeros tiempos del Presidente Frei Montalva; su paso a la PUC para hacerse cargo de la Facultad de Economía por encargo del rector Castillo Velasco y la conformación allí de un equipo de alta categoría capaz de hacerse cargo de la grave crisis económica que se desata en la década de los setenta; su lúcida gestión en el Banco Central, su humilde y sabia gestión en Hacienda (tiempo en que se le conoce como el superministro, por lo extensa de su responsabilidad en el campo de la gestión económica recuperativa), su embajada en Washington, y en fin, su gestión en en la formación de iniciativas importantes que requerían su experiencia y su contacto con pensadores de relieve en las ciencias sociales, como el Centro de Estudios Públicos, a lo cual habría que agregar su siempre apreciada y requerida participación en la dirección de empresas que llena el último periodo de su actividad.

La cantidad e importancia de este sinnúmero de responsabilidades asumidas a lo largo de sus años hacen, a ojos de quienes lo conocieron, ver en èl claramente una persona de “vida lograda”.

Pero hay otro elemento, menos conocido, que es en Jorge como el alma de  esa “vida lograda”, y que lo constituye su fe y su humanidad. Se definió a sí mismo como un socialcristiano y sin agitar nunca banderas políticas o ideológicas fue hondamente consistente y leal con su forma de pensar y ver el mundo. Lo dice en una entrevista con la revista “Societas”, anuario de la Academia, donde habla de las raíces católicas y también ortodoxas que venían por las diferentes ramas de su familia, y que una vez en Chile sintonizan con el catolicismo romano. A esto él le atribuyò una importancia mayor en su vida, así lo dice allí, en esa entrevista para “Societas”, y es además lo que se vió.

Eso mismo es consistente con su profunda humanidad, muy notoria en la familia que formó con Rosario y en la vida entorno que llevaron, que tuvimos el privilegio de compartir de distinta forma y en variadas ocasiones en el vecindario de Llay Llay -no allí únicamente, pero sí principalmente- donde fue siempre una persona hondamente estimada por los cercanos y vecinos, que aunque supieran menos de su brillante carrera, palpaban esa hondura de su ser.

Aguarda en paz la resurrección, querido Jorge, que también esperan para ti tantos amigos que apreciaron esos valores humanos y divinos que cultivaste en tu vida, y que sobre todo conoce el Padre que te creo  y te ama.

Jaime Antúnez Aldunate
Pdte. Academia de ciencias Sociales, Políticas y Morales
Instituto de Chile