El académico de número escribe una “carta abierta” a los argentinos tras la segunda vuelta presidencial en Radio Pauta.
Sé que es un salto al vacío, pero entiendo tu hastío. Argentina no daba para más, asfixiada, esquilmada por un peronismo descompuesto moralmente. El pueblo argentino, prefirió arriesgarlo todo, porque ya lo había perdido todo: su grandeza que alguna vez tuvo, su riqueza, su atávica fe en sí misma, todo eso que los chilenos siempre hemos admirado con algo de envidia, que no era, en el fondo, más que admiración.
Empobrecida (“flaca, fané y descangallada”-como dice el tango), la quisieron comprar, le quisieron quitar la última dignidad que le queda a un ciudadano: la de su voto libre. Un candidato disfrazado de hombre bueno, usó su cargo de Ministro de Economía y esfumó 2 puntos del PIB para ofrecer “platita” fácil, pensando que los argentinos, no sólo habían perdido su riqueza sino también su dignidad. Pero se equivocó: si el pueblo argentino se hubiera vendido a esa burda oferta propia de delincuentes de la política, habría perdido su alma, habría vendido su alma al diablo. Y no lo hizo.
En un acto de rebeldía y libertad, rechazó el ofertón envenenado (que el mismo pueblo tendrá que pagar en los próximos meses en más inflación desbocada) y desarmó el peor de los maquiavelismos vistos en Latinoamérica en el último tiempo y prefirió tirarse al vacío, detrás de un “outsider” de la política, no porque no sepa los riesgos que ello conllevaba, sino porque lo primero que había que hacer era recuperar la libertad. Sin libertad, los pueblos son esclavos.