“El totalitarismo sacude la historia, la que vivimos y la que hacemos. La roban, la torturan, la escamotean”, manifiesta la filósofa e historiadora francesa.
Un día de 1990, un humorista del importante periódico checo Lidové Noviny dibujó en portada a un ciudadano angustiado que agarraba el teléfono en un cabina y gritaba: “¡Policía, Policía! ¡Socorro! ¡Me acaban de robar cincuenta años de mi vida!
El totalitarismo sacude la historia, la que vivimos y la que hacemos. La roba, la tortura la escamotea.
A finales de los 90 me invitaron a una conferencia en el extremo oriental de Polonia, cerca de Bialystok, para hablar sobre la analogía entre nazismo y comunismo. El público estaba compuesto por un tercio de polacos, un tercio de rusos y un tercio de alemanes. Yo era la única persona presente de nacionalidad francesa. La última noche, durante la cena, un ruso cogió su guitarra y empezó a cantar una canción de guerra de la era soviética. Para mi sorpresa, todos los polacos presentes empezaron a cantar con entusiasmo y algunos incluso se subieron a las mesas para hacer oír mejor su voz. Fue asombroso.