El académico de número conversó sobre su nueva obra, que explica el momento político y social que vive Chile, con Artes y Letras del diario El Mercurio.
“Es ambiguo”, dice Carlos Peña. Se refiere a “El Grito”, la pintura, en realidad son cuatro versiones, del noruego Edvard Munch. El cuadro ilustra el nuevo libro del rector de la Universidad Diego Portales: “Hijos sin padre” (Taurus), desde mañana en librerías. Es, como indica el subtítulo, un ensayo “sobre el espíritu de una generación”, aquella nacida desde fines de los años 80 y comienzos de los 90, y que tal vez tiene su perfil más público en esos jóvenes estudiantes que salieron en 2011 a protestar contra el lucro y en favor de una educación pública, gratuita y de calidad, y que, diez años después, llegaron al poder, a La Moneda, con el Presidente Gabriel Boric a la cabeza.
“‘El grito’ de Munch, como se sabe, es ambiguo: expresa angustia y a la vez admiración y pasmo. Es el resumen de la problematicidad de la existencia que se vive intensamente en las nuevas generaciones”, explica Peña.
Con esas nuevas generaciones el autor convive no solo como rector, sino también como profesor en la misma UDP y en la Universidad de Chile.
La cuestión generacional -el desfase, distancia y hasta la diferencia de mundos entre jóvenes y viejos- es algo a lo que Peña le ha venido dando vueltas desde hace un tiempo.
– ¿A partir de qué experiencia descubrió este desajuste, lo suficientemente significativo como para explicar en parte la situación social y política de Chile?
“No se requiere ninguna experiencia particular para advertirlo: basta presenciar lo que ha ocurrido en Chile desde hace algún tiempo -digamos desde María Música (la estudiante que en 2008 le arrojó agua a la entonces ministra de Educación, Mónica Jiménez) al acceso al poder de una generación nueva, pasando por la violencia en colegios prestigiosos- para advertir que la cuestión generacional es uno de los procesos que subyacen en la sociedad chilena y que sin que casi nos demos cuenta, para bien o para mal, la están configurando. Sus rasgos más notorios son la crisis de autoridad, la anomia, la subjetividad como fuente de validez de todo. Estamos en presencia de una generación que carece de orientación normativa, una generación que ha roto los vínculos con la que la antecedió, una generación antigenealógica pudiéramos decir. Desde luego, esta caracterización cultural nada tiene que ver con su inteligencia que constató diariamente (enseño todos los días, dictó dos cursos y dos seminarios); pero al mismo tiempo advierto en términos generales esos otros rasgos que analizo”.
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