Carlos Peña: “¿Aprobar o rechazar?”

El académico de número medita sobre la decisión de la ciudadanía frente al texto constitucional en su columna de El Mercurio.

Una de las incógnitas que se abrirán de aquí a fin de año es si acaso la ciudadanía aprobará o no el texto constitucional que se proponga.

¿De qué dependerá?

Desde luego, no parece depender de cuánto refleje el texto las ideas constitucionales de quienes fueron electos para redactarlo. Los elegidos para redactar el proyecto no plantearon ideas relativas a cómo imaginaban que este último debiera ser. La gente, cuando eligió a los consejeros constitucionales, no lo hizo porque adhiriera a las ideas que relativas a la Carta Fundamental ellos poseyeran, sino que lo hizo como resultado de la opinión que le merecía la conducta de la anterior Convención, la molestia o no que le causaba el quehacer gubernamental y el rechazo que produjo a la conciencia nacional lo que pudiéramos llamar el exceso identitario.

Incurriría, pues, en un gigantesco equívoco quien pensara que los votos que recibió fueron el fruto de una adhesión ideológica. Y se dispusiera entonces (en la confianza de que eso espera la ciudadanía) a verter sin más sus ideas morales o económicas en reglas. Y es que no es verdad que los votos de los republicanos sean indicativos de la popularidad de sus ideas constitucionales o relativas a los proyectos que han formulado o que piensan formular para la vida social. Tampoco los votos obtenidos por los socialistas o el Frente Amplio lo fueron por las ideas constitucionales que se les supuso poseían.

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