El académico de número analiza la crisis de seguridad y la búsqueda del orden en Chile en su columna del diario El Mercurio.
Al parecer, quedaron en el pasado aquellos que planteaban una oposición entre libertad e igualdad y sostenían que había que optar por uno u otro de esos valores. Las sociedades capitalistas sacrificaron muchas veces la igualdad en nombre de la libertad, mientras los regímenes comunistas hacían exactamente lo contrario: inmolar la libertad en nombre de la igualdad. La mayoría de los partidarios del capitalismo entendieron ya que una igualdad básica de las personas en cuanto al acceso garantizado a bienes básicos de salud, educación, vivienda, previsión e ingresos por el trabajo, amplía el número de individuos que, en los hechos, pueden ejercitar sus libertades, y que, por tanto, esa igualdad básica es funcional a la libertad y no enemiga de esta. Por su lado, el socialismo democrático entendió que es indecente eliminar las libertades como precio para conseguir una eventual mayor igualdad en las condiciones de existencia de las personas.
¿Se habrá entendido que algo parecido ocurre con los valores del orden y la libertad? Sabemos de primera mano que las dictaduras sacrifican la libertad al orden y la seguridad, y que, por otro lado, el anarquismo propicia el despliegue de la libertad hasta conseguir algún día la supresión del Estado y del derecho, con la ingenua creencia de que, de ese modo, se impondría un benevolente orden espontáneo dentro de la sociedad y una fraterna comunidad de propósitos.