El académico de número y convencional escribe sobre ajustar el cronograma territorial de la convención y acelerar el trabajo de redacción, propuesta y debate de las normas constitucionales en su columna en The Clinic.
Tenemos que aceptarlo de una vez: en la Convención Constitucional nos vamos a ver obligados a reducir parte del territorio en favor del escritorio, o sea, a modular el trabajo directo con la base social y regional del país y a acelerar el de redacción, propuesta y debate de normas constitucionales.
Estuvimos en nuestros territorios durante la larga campaña que cada cual hizo para ser elegido convencional, hemos tenido ya tres semanas territoriales en nuestros distritos, y la Convención y sus comisiones han estado moviéndose por el país en una tarea de información y escucha muy provechosa.
Pero justo al término del año, y ya muy próximo a comenzar 2022 y a restar solo 6 meses para que se cumple el plazo de que disponemos para entregar al país la propuesta de texto constitucional, tendremos que ajustar nuestro cronograma territorial para hacerlo más funcional al objetivo de la Convención: elaborar, debatir, aprobar y presentar el completo texto de una nueva Constitución.
Entonces, tenemos que aceptar este hecho: menos territorio y más escritorio.
De las conversaciones con los demás constituyentes uno puede darse cuenta de que todos tienen claro lo que distintos sectores de la sociedad chilena esperan de la nueva Constitución, y eso porque vivimos en la misma sociedad y porque a las salidas territoriales –desde la campaña hasta hoy- se han sumado una buena cantidad de audiencias públicas que han tenido las siete comisiones temáticas en que fue dividido el trabajo. Como debe ser, hemos llenado posiblemente más de un cuaderno con anotaciones fruto de tales audiencias y conseguido ir formándonos nuestras opiniones sobre muchas materias. Audiencias plurales, desde luego, puesto que de lo que se trata es de escuchar muchas y distintas voces que pudieran ayudarnos a confirmar o a rectificar nuestras propias y personales posiciones.
Cada constituyente tiene convicciones acerca de los temas o asuntos, especialmente aquellos que se tratan en su propia comisión, pero, a la vez, todos nos sabemos falibles y, junto con admitir la posibilidad de estar equivocados, nos abrimos a recibir información teórica y práctica que ignorábamos y que vemos como necesaria antes de formar nuestras opiniones definitivas y disponernos a votar en comisiones y en el pleno. Es muchas veces disponer de nueva y mejor información de la que antes carecíamos lo que nos hace confirmar nuestras posiciones, o bien rectificarlas o matizarlas en alguna medida.