Agustín Squella: “Desde la provincia”

El académico de número Agustín Squella reflexiona en una columna publicada en el diario El Mercurio sobre la antesala del funcionamiento de la Convención Constitucional recién electa.

En lo que pienso es en que los constituyentes constitucionales inicien algo así como un período de reflexión, de estudio, de sobriedad, de introspección, de aquietar las voces interiores alteradas durante meses por la estridencia de las campañas y el parloteo mediático, y que, por supuesto, eludan también los matinales, a fin de tomarle bien el peso al hecho de que han sido elegidos para cumplir una función y no para desempeñar un cargo, y una función que será a la vez colectiva y colaborativa, destinada, ni más ni menos, que a estudiar, debatir, acordar, redactar y proponer al país una nueva Constitución.

¡Y vean ustedes cuántos verbos salen allí, además de escuchar, de escucharse los constituyentes unos a otros y de escuchar a la ciudadanía que continuará participando después de las recientes votaciones! ¿Participar cómo? Acompañando a la Convención, no rodeándola; hablándole, no gritándole; tendiéndole una mano, no mostrándole los puños; comunicándose con ella, no tuiteándole.

Para el éxito del trabajo de la Convención se va a requerir una apropiada disposición de sus integrantes, buena fe, lealtad, y la adopción de un tono tranquilo, contenido, pausado, completamente distinto de aquel que emplean las barras bravas rivales cuando se encuentran camino del estadio.

Los convencionales, si bien son elegidos por sus distritos, serán ahora representantes nacionales, o sea, del país, y del país en su conjunto y no solo de sus electores o de este u otro sector. Es al país al que ellos tendrán que rendir cuenta y no al partido o tercios políticos a que pertenezcan, con conciencia de que, como acabo de leer en un libro sobre la materia, la nueva Constitución no tendría que ser la madre de todas las batallas, sino la madre de todos los acuerdos.

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