Discursos de incorporación

Una mirada a la universidad hoy

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Discurso de Incorporación de Fernando Montes Matte como Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.

I NTRODUCCIÓN

Nos encontramos en un momento apasionante de nuestra historia.

Tenemos una gran oportunidad. Por primera vez podemos decir que estamos a las puertas del desarrollo y esperamos que este sea integral y que no menoscabe nuestra humanidad, nuestra identidad ni nuestro territorio. Hemos emprendido un viaje sin retorno que en medio de sus promesas oculta riesgos. Si nos comparamos con el alucinante vuelo de un volantín, como el que llenaba nuestros sueños infantiles, debemos ser conscientes que tenemos en las manos un hilo que nos puede hacer mirar al cielo pero ese hilo es tenue y corre el peligro de cortarse haciendo que el volantín se pierda llevándose consigo las ilusiones.

En esta circunstancia una verdadera universidad tiene la misión de ayudarnos repensar el momento que vivimos y el país que soñamos señalándonos las oportunidades y advirtiéndonos las trampas con el fin de darnos las herramientas, el hilo conductor que nos permita conducir responsablemente los cambios para que ellos se conviertan en auténtico progreso, y no en una travesía desconectada de sus raíces y sin futuro. El padre Hurtado recordaba que “la universidad es el cerebro de un país, el centro donde se investiga, se planea, se discute cuanto dice relación al bien común de la nación y de la humanidad”.

La Universidad tiene la obligación de formar personas capaces de pensar en profundidad usando todos los recursos que la ciencia y las técnicas modernas nos ofrecen. Sin embargo tal vez como nunca está amenazada de traicionar su misión por un desarrollo mal ajustado de sus propias fortalezas. La abundancia de información y conocimientos puede ahogar el pensamiento, la sed de innovación puede cortar las raíces, la especialización de la investigación puede producirnos un glaucoma espiritual que en su focalización achica la mirada haciendo perder el sentido.

1.- Algo de historia

Estos años he tenido el privilegio de mirar a mi patria, a mi sociedad, a mi Iglesia, y al mundo desde una universidad, junto a otros que piensan, investigan y comparten conmigo sus saberes.

Ahí he estudiado la historia de la institución universitaria desde sus albores en Bolonia; he leído con pasión a muchos de sus ideólogos como Condorcet, Von Humbold, Newman, Ortega y en Chile, Andrés Bello, Hernán Larraín y Jorge Millas. Desearía presentarles algo de lo que hemos ido madurando.

La palabra “universidad” proviene del Latín: universitas que se compone de unus (uno) y versio (volverse a), o sea “volverse a la unidad”. Universidad tiene la misma etimología que Universo y Universal….señala una visión integral. Las primeras universidades (Bolonia, Oxford, Cambridge, Padua y París) fueron llamadas “Universitas Magistrorum et Scholasticorum” porque eran una comunidad o “Asociación de Maestros y Alumnos” íntimamente unidos por una meta común de trabajo intelectual. Ahí está su raíz, ahí su esencia que debe preservarse a la hora de introducir cambios. Es normal que la institución haya evolucionado dado los avances del saber superior…pero ese progreso no ha estado exento de peligros.

No es nuestro propósito hacer una historia pormenorizada del desarrollo de las universidades sino señalar los problemas inherentes a cada uno de los modelos y que hoy nos afectan.

La Universidad se constituyó en la edad media como un grupo dedicado a comprender y transmitir el saber superior, el alma y las raíces de la cultura que la humanidad había acumulado para enfrentar las grandes interrogante y enigmas que se planteaban al ser humano y a su vida en común.

En el renacimiento se organizaron los estudios en tornos a las artes liberales: el Trivium (gramá -tica, retórica, lógica),y el quatrivium (aritmética, geometría, astronomía, música). Paulatinamente a los estudios de la filosofía antigua y de los clásicos se fueron añadiendo los avances de las nacientes ciencias experimentales. La universidad estaba conformada por una elite intelectual pero no era una elite económica y menos política y ahí se formaban los juristas, los filósofos, los funcionarios, los clérigos ilustrados y los médicos. Ese claustro de Maestros y alumnos, era celoso de su libertad frente al poder.

Desde el siglo XVIII la Ilustración orientó la ciencia más a descubrir nuevos conocimiento que a la profundización y transmisión del depósito recibido de la antigüedad. Se pasó de la “preservación” al “avance” de nuevos saberes. El edén no fue más un jardín perdido en el pasado sino algo que debíamos alcanzar por nuestra razón. En la definición de lo que era el verdadero progreso tuvieron un influjo no sólo los filósofos racionalistas y anticlericales de la ilustración sino también la conmoción social de la revolución francesa. En esto se cumplió lo que Ortega y Gasset sabiamente afirmó que para comprender los problemas de la Universidad es necesario analizar la situación y los problemas que agitan la sociedad.

Los cambios se aceleraron en el siglo XIX. Napoleón con su voluntad de poder imperial, en su deseo de imponer las ideas de la revolución francesa, generó la Universidad dependiente del estado. Eso significó un vuelco histórico. Este modelo siendo sensible a la igualdad manifestó centralismo estatal y acentuó la formación de profesionales que el imperio requería. A esas ideas se unió en Alemania la visión de von Humboldt que insistió más en la ciencia y la investigación. El riesgo fue perder la universalidad por el desarrollo de las especializaciones. A la evolución producida en Europa habría que añadir el modo como se desenvolvieron las universidades norteamericanas poco influenciadas por la visión napoleónica. Ahí surgieron instituciones privadas de reconocida calidad. En ellas se integró la formación humana cultural y cívica de los estudiantes en los Colleges, con las carreras profesionales y la investigación. Sin embargo eso tuvo el peligro de la dispersión, la introducción de la competitividad del mercado con la elaboración de rankings e indicadores de calidad.

En América latina hay que agregar los efectos del movimiento estudiantil de Córdoba en Argentina, a inicios del siglo XX. Ese movimiento produjo una autonomía de la Universidad frente a los gobiernos generando una relación ambigua entre el estado y los profesores que en la práctica controlan las instituciones. Pero tal vez más importante fue la introducción de una inquietud social valiosa pero con el peligro de una excesiva politización y conflictividad del ambiente universitario. Ahí nacieron y se desarrollaron los movimientos sociales más significativos no siempre ligados a la actividad académica ni usando los métodos racionales o el lenguaje dialogal que deberían primar en la universidad. En ese ambiente surgieron muchos de nuestros líderes políticos e intelectuales.

Habría que añadir que en el último siglo se ha producido una masificación que ha marcado lo académico. La universidades acogieron a miles de estudiantes. Ellas ya no forman una pequeñísima elite y tienen como misión hoy formar directamente a buena parte de la ciudadanía para que tome las riendas de su destino. Ortega y Millas se refirieron a esto con profundidad.

2.- Peligros de un desarrollo desequilibrado

La idea de universidad supone generar una comunidad dedicada a reflexionar la cultura amalgamando lucidamente los elementos señalados donde la formación integral de las personas, la preparación de profesionales competentes, la investigación científica, la reflexión sobre la sociedad se integren y se poyen procurando el bien común. Si se destruye este equilibrio se hiere la idea de Universidad.

El crecimiento de la universidad chilena está marcado por el modelo de desarrollo desigual y poco integrado de Chile. En el siglo XIX se tuvimos un desarrollo político no común en ese tiempo. Poco después de la independencia logramos estabilizarnos políticamente, nos dimos una constitución estable, se organizaron los partidos políticos, se suprimieron los caudillismos, se fueron constituyendo sólidas instituciones conformando un estado de derecho. Eso nos permitió una estabilidad desconocida en el resto del continente y en la mayoría de los países de Europa. A pesar de algunos conflictos como el producido al final del gobierno del presidente Manuel Montt, los gobiernos se sucedieron ordenadamente.

Desgraciadamente esa institucionalidad descuidó absolutamente la dimensión social generando una sociedad particularmente segregada gobernada por una elite aristocrática y marginando a las clases populares. Una importante mayoría fue excluida de los bienes materiales y de los derechos ciudadano. Del mismo modo se descuidó la modernización económica y la industrialización impidiendo un desarrollo sustentable. El quiebre de la revolución del 91 terminó dolorosamente un periodo y dio paso a un siglo marcado por las luchas sociales. Ellas se manifiestan en lal consolidación departidos de centro, el nacimiento de los partidos socialista y comunista, las luchas sindicales a veces trágicas, el triunfo del frente popular en 1938 y posteriormente la revolución en libertad de Eduardo Frei y el intento socialista de Salvador Allende. Uno de los hitos de ese largo proceso fue la destrucción del latifundio y el Inquilinaje y el proceso de nacionalización del cobre. Desgraciadamente se descuidó también de modo grave un desarrollo económico sustentable y moderno capaz de responder a los anhelos sociales. El desarrollo desequilibrado una vez más hizo crisis. Todos conocemos el trágico fin de esas luchas. Se abre una nueva época con el gobierno militar que basa su modelo de desarrollo fundamentalmente en la dimensión económica aplicando de modo ortodoxo una reforma de tipo neoliberal. Nuevamente nos encontramos frente a un desarrollo desequilibrado que descuidó la dimensión política y la dimensión social. Se produjo un extraordinario crecimiento de los indicadores económicos pero con un marcado déficit social y político. El costo en derechos humanos no fue menor y pasado el tiempo han surgido fuertes movimientos sociales que expresan hondo descontento pidiendo igualdad, equidad y cambio en el modelo de desarrollo y en la institucionalidad.

En parte los problemas que hoy enfrentamos son frutos de un crecimiento desequilibrado que afecta también a nuestras universidades.

Vemos en esto la importancia que puede tener una universidad libre para pensar el conjunto sin someterse a intereses particulares. Desgraciadamente parte de esos modelos de desarrollo desequilibrado se generó en el seno de nuestras propias universidades que no tuvieron una visión razonablemente crítica.

3.- El momento actual

Dejando de lado la historia de los dos siglos anteriores nos referiremos al momento actual para considerar la idea general de Universidad confrontada con nuestra situación concreta.

Como señalábamos al inicio, Chile entró al siglo XXI incorporándose a la globalización. Asumió los parámetros de esa cultura que fueron formulados en las naciones más de desarrolladas conforme a la historia e intereses de esas naciones más que a los nuestros. Eso desafía el pensar de una universidad situada en un país en vías de desarrollo que ve tambalear su identidad y su cultura hasta se avergüenza de su lengua.

Indudablemente esta cultura universal nos ofrece enormes posibilidades. El admirable desarrollo de las ciencias y de las tecnologías nos permite hoy solucionar problemas que han golpeado históricamente a la humanidad. Hoy podríamos saciar hambre de los pobres y darles vivienda digna, mejorar la salud y prolongar la vida humana. El progreso en las comunicaciones nos podría permitir generar lazos de paz entre las naciones. Hoy no sólo pueden transitar por el mundo las mercaderías sino que podemos intercambiar ideas, enriquecernos mutuamente con la cultura de otros pueblos. Del mismo modo esas comunicaciones nos dan herramientas para que la humanidad controle los abusos que se producen en los rincones más apartados del mundo defendiendo a los más desprotegidos. Cabe hoy pensar en un tipo de gobierno universal que por primera vez aúne al género humano.

Desgraciadamente a esas enormes posibilidades se añaden riesgos y nuevos tipos de opresión y abuso. La cultura global está centrada en la dimensión económica y desatiende otras dimensiones de la existencia humana; pone al mercado en el centro de todas las relaciones generando no sólo diferencias sino sobre todo haciendo primar la competencia por sobre la colaboración y la solidaridad. Esa competencia genera la necesidad del éxito aplastando a muchos y es incapaz de secar las lágrimas, y atenuar los temores, los fracasos que tarde o temprano todos enfrentamos. La extensión de los mercados deja indefensas a las naciones más pobres. La necesidad de desarrollo económico genera también una sobreexplotación del planeta haciendo peligrar la vida. Esa cultura nos llena de medios y nos arrebata los fines oscureciendo el sentido da la existencia. La hipertrofia de las relaciones de mercado suele generar un profundo individualismo que producen mucha soledad y destruye la vida social. Habría que añadir que el uso masivo de los medios de comunicación curiosamente han ido corroyendo las relaciones humanas donde todos hablan con todos y nadie se comunica en verdad con nadie. El mismo trabajo humano es hoy una mercancía transable. Como es obvio la globalización puede aplastar las identidades locales generando nuevos colonialismos y mucho desconcierto. Y lo que es muy delicado para una universidad, la orientación marcadamente económica y consumista tiende a concentrar la ciencia en el desarrollo de tecnologías que mejoren la producción, favoreciendo el conocimiento instrumental por sobre la sabiduría de un pensar más profundo. Hoy la innovación intensamente buscada por el país se centra más y más en las patentes y en él progreso técnico. La calidad misma de la vida se define por el progreso del confort.

No es extraño que con esto la humanidad se encuentre conmovida. La literatura contemporánea despliega la hondura de las soledades, la destrucción de las relaciones genuinamente humanas y en particular las de la familia. Conmueve constatar el número creciente de enfermedades mentales, de suicidios, la violencia en un mundo que parece más civilizado. Ya nos advertía Sandor Marai en su novela La mujer justa “aquellos pequeños sabores, maravillas y portentos contribuían a formar el asombroso aroma de ese guiso fantástico que llamamos cultura… y ahora, todo eso se está muriendo. Se muere aunque las piezas sueltas sobreviva…. en el futuro se habrá extinguido el grupo de los seres humanos que tenían conciencia de una cultura. La gente sólo tendrá conocimientos y no es lo mismo. La cultura es experiencia… una experiencia constante como la luz del sol. Los conocimientos sólo son una carga. (La mujer justa p.379).

A pesar de esta sombría descripción soy optimista sobre nuestro destino, podemos humanizar esta cultura. Esa es tarea de un la universidad lúcida y critica.

Sin embargo que pobres me parecen nuestras discusiones centradas en el financiamiento; qué inadecuados nuestro indicadores de calidad confrontados con el desafío de una nueva cultura ¿En estas circunstancias cómo se define la calidad de una universidad? La respuesta no es fácil porque, el mundo material puede utilizar instrumentos de precisión que miden y pesan los gramos y los Kilos pero las universidades necesitan indicadores más finos y sensibles frente a lo inmedible. En nuestro mundo universitario nos han impuesto indicadores cada vez más precisos, publicaciones ISI, empleabilidad, largo de las carreras, etc. para juzgar la calidad, pero muchos de esos indicadores son parciales y a veces externos a la universidad y responden a las necesidades de un mundo económico más que a lo que nos pide nuestra misión frente a los estudiantes y a los requerimientos sociales del país.

Nos vemos encerrado en una lucha de intereses particulares, en una sorda competencia, perdiendo lo más propio de una universidad que es precisamente su universalidad y la reflexión común de maestros y estudiantes en torno al saber superior pertinente.

4.- Puntos esenciales para definir hoy la calidad.

Ante la realidad descrita deseo presentar siete ideas que retoman lo dicho refiriéndolo a la universidad. Muchas de estas ideas se interrelacionan.

1) La primera consideración mira al clima interno. Tradicionalmente la Universidad fue Comunidad de Maestros y estudiantes ¿Qué significa hoy una verdadera comunidad de maestros y estudiantes? Esa relación no es primariamente de poder sino de colaboración, de participación adulta en torno al saber dónde la asimetría de saberes no genera pasividad del estudiante. Se trata de una comunidad de maestros y estudiante en la cual los primeros deben ser profundos, reflexivos, conocer bien sus materias pero que junto con investigar tienen como tarea preferente formar a sus estudiantes. Eso significa no sólo traspasar conocimientos sino enseñar a pensar, investigar, escuchar y servir. Como lo hace ver la literatura las exigencias de investigación y los incentivos que se ofrecen centran al profesor en su propia carrera académica en desmedro de su vocación de maestro. Por otra parte escuchando algunas demandas por ejemplo la triestamentalidad y viendo algunos procedimientos como el recurso a tomas y paros, nos obliga a pensar y definir muy bien el rol del estudiante, su adecuada participación que no puede consistir solo en asumir poder. Deben clarificarse las respectivas responsabilidades de quienes están de por vida dedicados a la universidad y aquellos que por definición están de paso y en el orden del saber tienen menos preparación. Es razonable que un estudiante tenga algo que decir en lo relativo a su currículo pero no puede ser quien lo decida. Normalmente el estudiante entra a un proyecto ya establecido, debe estar informado sobre él para ver si ese proyecto corresponde a sus expectativas, no puede partir de cero. En esa comunidad de maestros y estudiantes debe haber un lenguaje racional que no sea agresivo evitando la politización que puede descentrar la universidad. Cuesta comprender que Universidades tengan altísimas acreditaciones de calidad cuando sus estudiantes permaneces por meses paralizados. Eso es signo de algo no resuelto. No podemos olvidar que los jóvenes han sido alfabetizado en una nueva cultura y en ella se saben mejor equipados que sus maestros. Eso sin embargo no puede invertir la relación maestro-estudiante. Finalmente en este punto hay que insistir que en nuestras instituciones que se han hecho multitudinarias, la comunidad debe evitar la masificación despersonalizadora y burocrática.

2) Dado el cambio cultural que cuestiona la condición humana, es esencial para una universidad moderna redefinir el humanismo, la centralidad de la comunidad humana para que el progreso no nos quite el sentido de la vida y el alma. Se acabó el humanismo renacentista, elitista, vuelto al pasado y eminentemente estético y literario. Hay que redefinir un humanismo que incorpore las ciencias sin menospreciar el pensar, la filosofía, la literatura y las artes. Hay que profundizar el concepto de Persona que salva la dimensión social y espiritual del ser humano y que no es lo mismo que el individuo. La universidad, como la sociedad vive una crisis de humanismo. Los rankings más usados ni siquiera preguntan si una universidad cultiva la filosofía o las ciencias sociales porque lo importante es el empleo y la producción. Los parámetro para medir la dimensión humanista son inadecuados.

3).- Una de las funciones de la Universidad es la investigación pero aquí se oculta una de las principales amenazas a la universidad de hoy. La universidad tiene laboratorios pero no es un laboratorio, no es la NASA que siendo uno de los principales centros de investigación no es una universidad. Lo mismo se diga de los importantes centros de investigación y laboratorios comerciales que existen para generar nuevos productos y tecnologías. Hay dos diferencias fundamentales: esos laboratorios o centros no son una comunidad formativa de personas y su misión es descubrir aspectos desconocidos de la naturaleza, generar nuevas tecnología pero no formar personas y producir una reflexión en profundidad. Un investigador de laboratorio normalmente se especializa hasta ser ignorante en todo lo que no corresponda a su objetivo, supone mucha observación, método y buenos instrumentos pero no necesariamente reflexión. La universidad debe investigar pero no es solo para buscar la innovación…mucha veces lo más significativo es buscar la profundidad. En una verdadera universidad también se escudriñas las raíces, la cultura recibida y se proyecta el futuro- Hoy se hipervalorizan las publicaciones ISI sin especificar su importancia y naturaleza. Como lo han hecho ver las universidades norteamericanas esto está afectando la dimensión formativa. En ciencias sociales y humanistas casi no hay publicaciones ISI. Es grave que ellas sean el principal indicador de calidad para nuestras universidades y no la profundidad de su pensamiento y su pertinencia para la existencia humana. La U de Chile premió este año cerca de 200 publicaciones ISI y no hay entre ellas ninguna que provengan de las ciencias humanas. Pero premió muchos libros y casi todos son del área humanista…sin embargo los libros cuentan menos en las evaluaciones.

4). En nuestra sociedad el centro de la discusión ha estado en el Lucro…pero, como lo ha señalado Patricio Meller, no se considera que lo más grave es que se ha introducido el Mercado como forma normal de relacionarse y eso afecta lo académico. Ahí prima la competencia, la carrera personal, el marketing más que la búsqueda del bien común que es algo que debería ser central. A menudo los investigadores buscan un bono de productividad más que el cumplir una misión y una vocación de servicio. En la definición de calidad hay que cuestionar la cultura del mercado al interior de las a universidad pues ella invade casi todas las decisiones estratégicas destruyendo la gratuidad el gozo del saber.

5) A partir del siglo XVIII con la ilustración se impuso una visión cada vez más racionalista de la verdad. La evolución llevó ese racionalismo a un estrecho positivismo. Hoy enfrentamos el desafío de abrir los horizontes para que el conocimiento y la verdad, no se limite a las ciencias exactas y a la tecnología. Se habla de la sociedad del conocimiento y eso se refiere a la acumulación de datos que nos entregan los nuevos descubrimientos, pero ese conocimiento carece de síntesis y pobre en reflexión. La vida humana es más compleja necesita para su cabal comprensión la apertura más amplia al saber. No hay que olvidar que como decía Pascal “el corazón tiene razones que la razón no comprende”… Lo razonable no siempre coincide con lo racionalista y mucho menos con el positivismo cuantitativo. La universidad es el lugar para lo más selecto del espíritu donde hay un lugar para la belleza y el bien…para la poesía y la imaginación y el silencio. Niestche recordó que el ser humano es apolíneo y dionisíaco, no sólo razón y armonía. También es corazón, pasión, necesita el gozo, la fiesta, la intuición. La pintura moderna y la música de estos días nos recuerdan que la belleza no está solo en la armonía. Una universidad debe poder procesar lo apolíneo y lo dionisiaco sobre todo si en ella hay jóvenes inquietos. Nada más alejado del racionalismo y el mercado.

6) Mucho se ha discutido últimamente el tema del pluralismo de las universidades. Creo que el tema debería ser ampliado. En la práctica ninguna universidad puede hacer una oferta que incluya todas las enormes posibilidades del saber y todas las perspectivas. Algunas limitan su perspectiva explícitamente otras lo hacen de hecho porque están formadas por seres humanos que tienen sus respectivas visiones. El pluralismo no es ofrecer todas las perspectivas. Lo más importante es que la sociedad como conjunto ofrezca la pluralidad y que ella vele para que las diversas visiones dialoguen se complementen y relacionen de modo civilizado. Más que el pluralismo de una universidad me interesa el pluralismo del sistema y del país y la capacidad de sus instituciones para dialogar. Hace falta un sistema coherente de instituciones de educación superior que hoy están disgregadas y que en su conjunto ofrezcan diversidad, la colaboración y la posibilidad de búsqueda de la verdad que siempre es compleja y a la que siempre accedemos desde un ángulo. Desgraciadamente estamos sometidos una absurda competencia y desarticulados. Hasta el consejo de rectores que debería ser centro de pluralismo es una entidad que segrega y desarticula el conjunto.

7)- En una sociedad segregadora, y masificada formada por individuos aislados es importante que una universidad haga un doble servicio: que ayude a convertir los individuos aislados en personas es decir seres relacionados con otros, participativos y responsables de los demás; y por otro lado que contribuya a abolir las segregaciones injustas e inhumanas. Que ella misma pueda integrar y no reproducir las desigualdades. El concepto de elite debe cambiar y es necesario, formal a líderes integrados en los diferentes grupos humanos. Que conozcan su sociedad, sobre todo a los más marginados para mirar desde ellos y con ellos al conjunto. Hoy, aunque nos duela la universidad muchas veces genera con sus ideas la desigualdad, puede formar lideres autorreferentes y lo que es peor cristalizar la situación impúdicamente desigual impidiendo el avance a hacia una sociedad moderna e integrada.

CONCLUSION PERSONAL

Para terminar permítanme decir una palabra sobre mi pensar más profundo, sobre mi fe. Leyendo a personas como Habermas y Adorno, al mismo Schopenhauer y , meditando con pasión la literatura moderna y sobre todo experimentando las preguntas, los dolores, soledades y conflictos de mis contemporáneos, debo confesarles que he redescubierto la pertinencia actual de la persona y el mensaje de Jesús. Hoy nos cuesta decir esto en un ambiente académico. Creo razonable pedir que su palabra no se imponga sino que sea escuchada con la libertad que da el despojarla de tantas cortinas que le hemos ido poniendo hasta ahogarla. Me extraña que instituciones que se dicen pluralistas no le presten atención a su persona, que fue un maestro insigne de humanidad, más que Seneca, Platón, y que su mensaje que marca la historia humana en un antes y un después sean marginado de un estudio serio. Tal vez en esto teneos la culpa. No podemos olvidar que tenemos parte de ese mensaje en lo más hondo de nosotros porque hasta cuando hablamos de “talentos” en una universidad hacemos alusión a sus enseñanzas que son parte de nuestra raíz. La dignidad de la persona y sus derechos, la libertad de la conciencia, la solidaridad dieron un paso adelante en la cultura humana con la presencia de Jesús. San Pablo con mirada genial dice que en él se supera la distinción entre el hombre y la mujer, entre el esclavo y el libre, cosas absolutamente revolucionarias en su tiempo. Como nunca en medio de nuestros conflictos en una sociedad que segrega a los pobres, que fomenta la autorrealización, que tiene heridas que no cierran, que pone la felicidad en el consumo vale la pena reflexionar con mirada actual lo que nos dijo sobre el perdón, sobre el servicio, sobre la humildad, sobre los bienes materiales y muy particularmente sobre el pobre. En medio de las soledades él nos recordó nuestra dimensión social y comunitaria. Si ha habido una pregunta permanente en la humanidad ha sido la del sentido de la vida y el misterio de Dios y en torno a eso dijo algo trascendente. Muchos creemos que la respuesta de Jesús a esas preguntas ha sido decisiva. Me impacta constatar que en la inauguración de la Universidad de Chile Don Andrés Bello le haya dado un lugar significativo al fenómeno religioso. Y me llama más la atención que sus palabras al respecto se silencien cuando se quiere revivir la inspiración del fundador.

Quisiera terminar citando una vez más a Sandor Marai que nos relata que la Mujer Justa después de muchos sufrimiento aprendió lo más importante y cuando le preguntaron ¿Qué aprendiste?, responde “Pues que la cultura es cuando una persona…o un pueblo…se colma de una alegría inmensa”. Como desearía que nuestras universidades contribuyéramos a que nuestro pueblo alcanzara ese tipo de cultura.

Agradezco a esta Academia centrada en las ciencias sociales, políticas y morales por todo lo que nos puede dar para que nuestras universidades cumplan su misión cultural.

Gracias.