Discurso de Incorporación de Ernesto Ottone Fernández como Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
Quisiera en primer lugar agradecer a los académicos que han tenido la generosidad de considerarme digno de ser uno de ellos al nombrarme Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales jurídicas y Morales. Es para mí un gran honor y también un compromiso de aportar a su importante labor con mi mejor esfuerzo.-
Tengo el privilegio de ocupar la silla diez que ha sido la de figuras fundamentales de la educación en Chile primero doña Amanda Labarca después doña Irma Salas y Marino Pizarro, otro ilustre educador chileno.-
No tuve la ocasión de conocer a Marino Pizarro, pero sí de conocer su actuación pública en la transición a la democracia en su Universidad, la Universidad de Chile en la que trabajó durante 55 años y de la cual fue rector, como lo señaló con su conocida sencillez “ni elegido ni designado”, pero si tolerante, y protector de sus valores históricos y después como Gran Maestro de la Masonería en una conducción, de apertura de esa histórica institución a los requerimientos públicos y a su presencia en la sociedad civil.
De sus palabras, de sus obras, de los testimonios que he recibido quisiera retener de su vida tres grandes meritos.-
El primero es el orgullo de sus origines, de esa clase media lejana del dinero y cercana a los libros, que hizo de la educación, y de la educación pública una columna vertebral de la república.-
Desde Monte Patria donde naciera, su vida estuvo siempre ligada a la educación, siendo la docencia para él mucho más que una profesión, una forma de vida y de ciudadanía.-
El segundo es la humildad privada y el orgullo institucional. Su palabra suele ser amable, solo hay molestia cuando siente que algo no está a la altura del patrimonio educativo chileno. Cuando deja de existir la Escuela Normal, y la estatura del Pedagógico cae y deja de cruzar las fronteras, para formar maestros y docentes en América Latina.-
El tercero es el del humanismo y la tolerancia, sus libros y sus escritos, tienen ese hilo temático único y la educación como cemento y reproductor de ellos.
Es curioso porque en la conversación consignada en el segundo tomo de la “Sociedad Chilena en el nuevo siglo” muestra su apertura a los nuevos medios audiovisuales que provocarán transformaciones profundas en la función docente y con gran intuición rescata el rol del profesor, del aula, como ordenador y guía del conocimiento, definición extraordinariamente actual “ojala, dice él, hubiera contado con esos medios”.-
De igual forma en relación al papel escrito señala que lo importante no es que desaparezca la lectura en su forma tradicional sino el lector. Palabras que unen con visión muy amplia el tema educativo y una apertura al futuro. Ojalá la centralidad del aula y esa forma de asumir la docencia, esté presente en los cambios futuros.-
Pese a nuestro diferente recorrido de vida me siento muy cerca esos valores, espero estar a su altura.-
En momentos de cambios vertiginosos en el mundo, de inquietud, de avances y también de grandes riesgos me pareció oportuno hacer en mi presentación un aporte al debate cultural que ha sido tan central en el actual proceso de la globalización en el cual he centrado mis estudios en los últimos años.
Creo que Chile necesita tener muy presente este debate para entenderse mejor a sí mismo, sus problemas y sus desafíos.-
Existen buenas razones para considerar el siglo XX como un siglo corto.
Hacia los años ochenta se producen cambios de una magnitud inesperada, un cambio tecnológico profundo, particularmente en las comunicaciones constituye la base de la contracción del espacio y el tiempo en los cuales se desarrolla la vida de las sociedades, la política y la economía.
Se produce una transición veloz de la sociedad industrial a la sociedad de la información como la denomina Castells, la modernidad baja según Touraine, la sociedad del riesgo de acuerdo a Beck o los tiempos líquidos en palabras de Bauman.-
Esa nueva realidad marcó entre 1985 y 1992 la caída del orden político internacional surgido de la segunda guerra mundial, el de la guerra fría, caracterizado por una estructura bipolar en la cual dos superpotencias que representaban proyectos de sociedades contrapuestas se disputaban la hegemonía mundial a través de conflictos y negociación de esos conflictos, deslocalizando los enfrentamientos y dándoles a ellos un significado ideológico más allá, en ocasiones, de sus causalidades más profunda.
Como señaló con agudeza Medina Echeverría, existía “una situación en la que, como en la dura estratificación del “ancien regime” todos conocen exactamente el puesto que les corresponde y que de hecho ocupan. Todas las formas de conducta interna y externa, nacional o internacional solo existen y son comprendidas en función del antagonismo fatalmente planteado. Hasta el punto en que, cuando en ciertos años algunos se definen como no alineados, no necesitan declarar su sentido ni preguntarse en qué consiste el abandono de la fila”(1).-
Pese a todos sus avatares y grietas crecientes, ese orden parecía una realidad difícil de remover, nadie previó que terminaría inesperadamente por el desmoronamiento de una de sus partes, la Unión Soviética y con ella su estructura imperial, creando un estupor interpretativo que se constituyó en un nuevo llamado a la humildad de las ciencias sociales y su anoréxica capacidad predictiva.-
De las muchas interpretaciones en relación a como se organizaría el orden internacional a posteriori, dos de ellas alcanzaron gran difusión.-
La visión optimista enmarcada en la idea del progreso de la Ilustración se cristalizó de manera un tanto rústica en la visión de inspiración hegeliana y kojeviana de Francis Fukuyama en “El fin de la historia y el último hombre” (2) quien vio en el fin de la guerra fría el triunfo definitivo de la economía de mercado y la democracia liberal el arribo definitivo al mundo post-dialéctico, aquel que para Hegel se encarnaba en el Estado Moderno racional y para Marx en la desaparición del Estado y el comunismo.
Un mundo armónico en el cual terminaba la historia entendida como una dialéctica de avances conflictivos y donde sólo quedarían guerras de retaguardia destinadas a desaparecer. El futuro sería el imperio de la razón.
La vida le hizo después reconocer la candidez de su análisis.-
Desde una tradición más pesimista y conservadora Samuel Huntington en su “Choque de Civilizaciones” (3) pensaba que la historia guerrera continuaría y se ahondaría a través de conflictos más duros e irreductibles a través de la guerra de las civilizaciones. Su pensamiento muestra una matriz analítica emparentada al pensamiento de Oswald Spengler, pero aún más de Arnold Toynbee.-
El liga su concepto de civilizaciones, a espacios culturales marcados sobre todo por el factor religioso y los concibe como realidades extremadamente compactas llamadas a defender y propagar sus principios, lo que por cierto no augura un porvenir pacifico.-
Si analizamos lo sucedido desde entonces, esta visión aparecería más apegada a la realidad, Pero ello es sólo a primera vista, el campo de conflictos ha sido mucho más complejo.
La ausencia de un orden internacional tan estructurado como el anterior no ha sido ni más ni menos deseable que el orden de la guerra fría, ha adquirido otras características nuevos tipos de conflicto, nuevos actores, y nueva base tecnológica, nuevas alianzas y nuevas enemistades, pero nada como para sentir nostalgia del orden anterior.-
Lo cierto es que la idea de civilizaciones compactas y homogéneas no se verifica en la realidad, no constituyen realidades cerradas, destinadas a enfrentarse fatalmente unas a otras.-
La historia nos muestra una y mil veces que ellas son permeables, porosas, cambiantes, propensas al mestizaje cultural, al sincretismo, al traspaso de las costumbres, a las reinterpretaciones y las reapropiaciones entre aspectos de una y otra cultura que hacen de ellas algo abierto en mayor o menor medida.-
Tiene razón Jean Duvignaud, cuando se pregunta “¿Son silenciosos los pueblos dominados, reciben pasivamente la cultura del vencedor?”-
“Ávidos como están de ampararse de las herramientas del vencedor corrompen la imagen que este se hace de sí mismo, semillas microscópicas invaden y modifican la conciencia del señor ¿Es que los esclavos griegos, arrancados de su patria, a menudo también griega, no introdujeron pedazo a pedazo leyendas venidas de los confines del Asia, de los Balcanes, que se mezclaron con los mitos en base a los cuales más tarde los poetas harían el teatro? ¿Y a la vez Grecia vencida por Roma no aportará con sus aventureros, sus viajeros y sus comerciantes las semillas que germinarán en la cultura latina?”(4) .-
En verdad los conflictos de ayer y de hoy, incluso aquellos que se revisten de portadores de un reclamo identidario o al contrario de una responsabilidad universalista, se mezclan siempre con razones menos ideales, con cosas muy concretas como el poder, la conquista territorial o el dominio económico.-
El argumento civilizacional, cultural, identitario o religioso es muchas veces la cobertura emocional necesaria para la movilización bélica, le otorgan en cierta medida “sus cartas de nobleza”. Por lo demás algunas de las guerras más cruentas, de las acciones criminales más sangrientas tienen lugar al interior de un mismo ámbito cultural, vale decir de un mismo espacio civilizacional.-
En buena parte lo que sucede hoy, es que habiendo perdido fuerza el gigantesco eje ideológico de la guerra fría, la razón cultural que estaba subsumida por la razón política adquiere una fuerte presencia y reemplaza en cierta medida a ésta última como lógica explicativa y movilizadora del conflicto.-
La expresión más dura y conflictiva actual se da a través de lo que he llamado “construcciones identitarias antimodernas” cuyo discurso plantea una eterna repetición de una tradición particularista negando todo valor al pensamiento del otro.
Lo curioso es que no siempre es un retorno a la tradición sino muchas veces es una reconstrucción de esa tradición en clave fundamentalista para ser usada contra la modernidad que se asimila a lo occidental para lo cual se atrinchera en un pasado muchas veces inventado, a lo menos parcialmente.-
Al otro extremo de esta concepción están quienes en occidente, se consideran cruzados de una modernidad que asimilan a su propia versión de lo moderno, cuando no a sus intereses y son capaces de invadir territorios, levantando banderas nobles de transferencias democráticas que apenas recubren sus ansias de obtener ventajas económicas o geopolíticas.
Son capaces de agregar también invocaciones un mandato divino, como sucedió en la invasión de Irak donde cada quien actuaba en nombre de Dios, que curiosamente resultaba ser el mismo, el del libro.-
Lo real es que las tensiones entre lo identitario y lo universal cruzan con distinta dimensiones y peso a todas las regiones del mundo, constituyen un aspecto muy visible de la fase más negativa del proceso de globalización.
Al interior de lo que conocemos por Occidente también se manifiesta en expresiones xenófobas y nacionalistas laicas que pueden combinarse o no con aspectos religiosos.-
Es en Europa, no en otro lugar, donde se vivió una guerra sangrienta con todos estos componentes en la ex Yugoeslavia después de la guerra fría, y donde hoy existe una fuerte tensión con el fenómeno migratorio y entre Rusia y una Ucrania pos soviética profundamente erosionada.
Pero sin duda el centro de la atención está puesto actualmente en el Islamismo en su versión más dura y guerrera.-
Se ha señalado que sus principales raíces se encuentran en los avatares de la historia, que han contribuido a que la versión más dogmática e incapaz de dialogar con una modernidad normativa tenga una fuerza y una capacidad de acción tan grande en los países islámicos.
En todas las religiones, con rarísimas excepciones, han existido interpretaciones guerreras, de un fundamentalismo agresivo que han generado en momentos de la historia guerras y masacres.-
Pero de una u otra manera han ido prevaleciendo en ellas recorridos que las han llevado con mayor o menor dificultades a un dialogo posible, y a constituirse en parte de esa modernidad normativa que valora el Estado laico, la democracia y el pluralismo político.-
La fortaleza de la versión guerrera del islam, el islamismo, parecería obedecer en gran medida a una larga historia de subyugación y dominación colonial que marcó durante siglos el desarrollo de la cultura árabe a partir de la derrota de su expansión territorial en el siglo XV.-
Hasta entonces ese desarrollo no era solo comparable al del occidente cristiano sino que en algunos aspectos incluso era superior. Recordemos que mientras en Europa existía la caza de brujas y la Inquisición, en la España del siglo XII, el califato de Cordoba era tan tolerante que podían convivir sin problemas Maimónides e Ibn Arabi, vale decir el máximo filosofo hebreo y el máximo filósofo islámico medievales.-
Solo desde el siglo XV, se consolidó una superioridad económica científica y militar que de la mano con el renacimiento cultural cristalizaría en la alta modernidad y se convertiría en fuerza dominante hasta el fenómeno colonial en el siglo XX. Tal proceso se acompañaría de un sentimiento de superioridad civilizatoria a partir del refinamiento de la vida cortesana, los modales, las prohibiciones y las normas de comportamiento social que tan bien describe Norbert Elias (5).-
Pero no sólo vino de Europa la dominación al mundo árabe, también la ejerció el imperio otomano con quien compartía la fe islámica.
Fueron siglos de humillación que no concluyeron con una guerra santa sino con movimientos nacionales modernos, partidarios de un islam abierto al mundo y de Estados laicos que se fortalecieron y salieron de la dominación colonial usando los propios instrumentos de los colonizadores a través de procesos de rebelión y negociación.
Ese renacimiento árabe de mediados del siglo XX, lejanos a una interpretación guerrera del Islam derivó sin embargo en regímenes autoritarios y corruptos que dejaron a sus pueblos a la deriva, disponibles para aceptar no solo en el mundo árabe sino en el amplio mundo islámico formas desesperadas de identidad y orgullo, canalizados por grupos políticos capaces de popularizar a través de la modernidad instrumental las versiones más intolerantes del Islam, personificando en Occidente el mal absoluto, el Gran Satán.-
Esta versión de identitarismo cerrado parte de un primer error que es confundir el rol histórico del pensamiento de occidente en la idea del universalismo con una visión excluyente. Al respecto Armartya Sen nos recuerda que “Europa habría sido muy pobre – económica, cultural y científicamente – si hubiese opuesto resistencia a la globalización de las matemáticas, de las ciencias y de las tecnologías provenientes de China, India, Persia y el mundo árabe del segundo milenio”(6).-
Dante Alighieri, no sería el Dante, al igual que no poco de sus contemporáneos si como dice Braudel “no se hubiera dejado contaminar por los autores árabes cuya superioridad científica y filosófica los imponía como modelos”(7).-
Elementos de vida democrática existieron en numerosas regiones de India y elementos del Estado moderno en China.
Pero claro el trayecto de lo universal tiene su tronco principal en Occidente, aun cuando, seamos claro, de un occidente excéntrico, a los menos geográficamente, podríamos decir del sur oriente de occidente, pues tiene su raíz en la antigua Grecia en relación al valor universal de la razón y la lógica, en Roma en relación al cuadro jurídico y la ciudadanía y en el cristianismo sobre todo a través de la promesa paulina que plantea la salvación de todos sin distinción (8).-
El recorrido de la idea de lo Universal para llegar a su punto más álgido con los filósofos de la Ilustración teniendo como punto central el pensamiento de Immanuel Kant, como constructor de la modernidad junto a Montesquiau, Rousseau, Voltaire, Condorcet, Jefferson, Locke, Hegel, Adam Smith y Tocqueville, entre otros y los procesos políticos fundacionales de la Revolución Francesa, la Reforma Inglesa y la fundación de Estados Unidos de América hubo de recorrer un largo y pedregoso camino, el del renacimiento, la reforma, las guerras de religiones, la derrota del absolutismo, teniendo como bastión intelectual en su formación el pensamiento tolerante de Montaigne Decartes, Erasmo y Spinosa, y a quienes generaron la autonomía relativa y desencantada del pensamiento político Maquiavelo. Tomas Moro y Hobbes.-
El vinculo entre la idea de lo universal y la historia de occidente fue cualquier cosa menos un largo río tranquilo. Su avance intelectual y político estuvo en tensión permanente con una historia dura, sangrienta, que no ha terminado y que ha sido escenario de esclavitud, colonialismo, racismo, discriminación, estructuras patriarcales, dictaduras, totalitarismos y genocidios.-
Para no ilusionarnos con una universalidad a histórica y marmórea Norberto Bobbio nos recuerda que la mismísima declaración Universal de los derechos humanos de 1948 “representa la conciencia histórica que la humanidad tiene de sus propios valores fundamentales en la segunda mitad del siglo XX, pero sus tablas no han sido esculpidas de una vez y para siempre”(9).-
Recordemos que la interpretación de esas reglas fue muy controvertida durante la guerra fría y no sólo por la superpotencia que se nos viene a la mente sino por ambas.-
Terminada la guerra fría las cosas no cambiaron mucho. En la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos celebradas en Viena en 1993, China y algunos países árabes se opusieron en nombre de su identidad cultural a la universalidad de los derechos que atañen a los individuos. Ni hablar de las conferencias sobre la mujer y de población donde han chocado con estruendo diferentes lecturas del universalismo.-
¿Qué camino seguir entonces en el siglo XXI para lograr niveles más altos de exigibilidad de conductas que nos conduzcan a una globalización más cerca de la paz que de la violencia?
¿Cómo combinar valores universales con identidades culturales?-
Tal conciliación es imposible si consideramos lo universal como sinónimo de una cultura superior inmodificable, ajena al tiempo y al espacio ya sea porque su origen es transcendente o su superioridad implacable y debe ser trasladada al otro como un todo, entrando en su historia a la fuerza, si así se requiere.-
Es imposible también si se entiende la identidad cultural como algo estático invariable que se encarna en formas de convivencia excluyentes, en la repetición infinita de una singularidad exacerbada que es más dura que su propia historia, y que pretende adscribir las personas a una pertenencia única que abjura de la diversidad degenerando en un comunitarismo sin ventanas.-
Así considerados, efectivamente son conceptos llamados al enfrentamiento.-
Para encontrar caminos que nos conduzcan a evitar la fatalidad de ese conflicto es necesario acudir a conceptos más “débiles” en el sentido que los entiende Vattimo, más blandos, que permitan en quienes los hacen suyos inspiraciones y convicciones muy distintas entre sí.-
En vez de una identidad cultural cerrada, que puede ser fruto más de una construcción que de la tradición resulta preferible una identidad cultural abierta a la contaminación del otro, capaz de conservar tradiciones, costumbres y valores pero también de perderlas, o transformarlas. No siempre es malo perder tradiciones, no veo que pueda tener de positivo la subordinación de la mujer y la existencia de las castas.-
Las identidades culturales abiertas, aquellas capaces de aceptar el mestizaje pueden no sólo convivir sino conformar y enriquecer un universalismo histórico y cambiante.
Una identidad así concebida debe reconocer la pertenencia múltiple y no univoca del individuo, aquella que nos señala Amartya Sen “Existe una gran cantidad de categorías a las cuales pertenecemos simultáneamente. Yo puedo ser al mismo tiempo asiático, ciudadano de la India, bengalí con ancestros en Bangla Desh, residente en los Estados Unidos y Gran Bretaña economista, filósofo en mis ratos libres, escritor, conocedor del sánscrito, laico, heterosexual y defensor de los gays y las lesbianas, con un estilo de vida no religiosa, de familia hinduista no Braham, que no cree en la vida después de la muerte y tampoco en caso que quieran saberlo, en una vida antes de la vida”(10).-
Pasando a una dimensión más particular y concreta, resultan curiosos algunos aspectos identitarios que parecen no tener la pureza de origen que a veces uno cree.-
El sociólogo inglés Sami Zubaida ha demostrado que los restaurantes indios son una invención de los bengalíes que llegaron a vivir a Londres, al igual que los platos que son los embajadores gastronómicos de la comida india. En el marco de la globalización tales restaurantes han sido exportados a la India, lo que ha estimulado a los hogares indios a cocinar su comida de acuerdo a las invenciones londinenses.-
Hoy se puede probar comida india incluso en India, lo que confirma lo mucho que tiene de mito la pureza de los orígenes.-
La contraparte de esta identidad abierta se encuentra en una nueva aproximación del universalismo, que parte por decirlo así más desde abajo que desde arriba aun cuando sin perder su derivación fundamental del pensamiento kantiano.
El sociólogo alemán Ulrich Beck con quien tuve el privilegio de colaborar en el Colegio de Estudios Globales de la Maison de Sciences del L´Homme de Francia y que murió repentinamente el año pasado, rescató con audacia el concepto de cosmopolitismo usándolo siguiendo a Kant como sinónimo de universalismo para proponer un proceso de cosmopolitización capaz de asumir la diversidad histórica, buscando el “melange” de lo local, lo provincial, lo nacional lo étnico y lo religioso señalando “que la cosmopolitización sin provincialismo queda vacia y que el provincialismo sin cosmopolitización queda ciego” (11).-
Se trata entonces de un universalismo histórico, que se modifica en el tiempo, compuesto, que se aleja de un universalismo abstracto.-
En base a estas dos visiones de identidad y universalismo, puede construirse como base de una referencia universal el concepto que he llamado “acumulación civilizatoria”.
Entiendo por tal un conjunto de prácticas y valores reconocidos progresiva y transitoriamente como compartidas y compartibles no porque respondan a la superioridad de una matriz cultural sino porque la práctica histórica muestra que contribuyen a una convivencia pacífica, a relaciones más horizontales y justas, donde se respetan las singularidades de los grupos pero a partir del respeto a la autonomía individual y de dignidad indepasable de las personas.-
Sin duda que ello puede aparecer algo ingenuo frente al mundo del poder y de los intereses económicos que son decisivos en la estructuración de los asuntos globales.
Pero yo no pretendo que este concepto reemplace la dureza del mundo de los intereses económicos y políticos, eso continuará siendo así, esos intereses serán siempre determinantes, pero un concepto de este tipo puede al menos contribuir, a “dulcificar las costumbres” como señalaba Montesquieu respecto al comercio, ayudar a descorrer los velos de nobleza con los que la rudeza política y económica cubren sus acciones, aislar a los pensamientos fanáticos portadores de verdades indiscutibles y tengo la convicción que puede hacerle sentido a la mayoría de la gente, independientemente del espacio cultural en el que estén insertos.-
Quisiera señalar que nuestra región, América Latina tendría mucho que ganar con una concepción de este tipo como marca de la convivencia global.-
Nuestra historia no es ajena, ni mucho menos a dominaciones étnicas crueles, la negación del otro las discriminaciones, la esclavitud extendida y larga en el tiempo, pero al mismo tiempo poseemos quizás como nadie un fuerte mestizaje, un valioso sincretismo cultural, la ventaja histórica de independencias tempranas y la creación de Estados laicos en los cuales si bien subsistieron los patrimonialismo particularistas tuvieron un temprano reconocimiento las ideas universalistas de la ilustración. Carecemos por completo de versiones guerreras de la religión ya desde hace muchos años, más bien la religión es actualmente un factor de paz.-
Nuestra histórica fragilidad democrática nos ha hecho tomarnos muy en serio, por otra parte, el tema de los derechos humanos.
En los últimos decenios de manera no lineal, pero importante América Latina ha hecho un aprendizaje formidable de las bondades de la solución pacifica de los conflictos.
Esos elementos que pueden ser una contribución regional a una cosmopolitización diversificada y pacífica, se deben cuidar como un bien precioso. Esta reflexión vale plenamente para nuestro Chile de hoy, para su vida interna y para su inserción y rol internacional.-
Hace ya algunos años el inolvidable escritor mexicano Carlos Fuentes dio una conferencia en la Moneda y ante una pregunta cargada de identitarismo cerrado respondió: “La globalización es como Jano, la divinidad romana que tiene una cara buena y una cara mala”.-
“Una cara mala es la cantidad de basura informativa que se nos arroja. Pero eso pone a prueba nuestra resistencia cultural. Ella no depende del aislamiento, no depende de decir “yo soy puro mexicano no tengo nada de indio ni de español”. No quiere decir eso. Quiere decir que estamos abiertos a la multitud de culturas que nos han formado, trátese de la filosofía griega, del Renacimiento, de las culturas indígenas, de las culturas africanas, de todo lo que ha hecho la cultura de la América indo afro – europea”.-
“Yo no tengo miedo porque sé que sabemos separar la basura de los buenos contenidos. Pertenezco a una generación de escritores latinoamericanos que no habríamos escrito nada sin William Faulkner sin John Dos Passos. ¿Cómo vamos a negar la enorme potencia cultural de la música de Gershwin, del buen cine de Hollywood, del teatro de Europa, de Eugene O´neill o de Arthur Miller? ¿Vamos a negar todo eso en nombre de nuestra pureza cultural latinoamericana, de nuestra virginidad cultural? No”.-
“Y llevado por el entusiasmo, concluyó con un arranque, es cierto, muy poco académico, y quizás más mexicano que cosmopolita exclamando a voz en cuello “Las vírgenes a los burdeles, nosotros a la calle”.-
Muchas gracias.-
NOTAS
1.- Medina Echeverría, José. “América Latina en los escenarios posibles de la distensión”. Revista de la Cepal 2 Santiago de Chile, 1976.-
2.- Fukuyama, Francis. “The end of history and the last man” The Free Press. Nueva York 1992.-
3.- Huntington, Samuel P. “The clash of civilizations and the Remaking of World Order”. Simon & Schuster Nueva York 1996.-
4.- Duvignaud, Jean. “La contamination. Le métis culturel” París, 1994.-
5.- Elias, Norbert “El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. Fondo de Cultura Económica México 1968.-
6.- Sen, Amartya “Identitá e Violenza”. La Terza. Bari 2008.-
7.- Braudel, Fernand “Le modéle italien”, Fayard, París 1994.-
8.- Ver Jullien, François “De l´universel, de l´uniforme, du commun et du dialogue entre les cultures” Fayard. París 2008.-
9- Citado en Ottone Ernesto, “Norberto Bobbio por Agustín Squella: un libro necesario” Estudios Públicos, 99 Santiago de Chile 2005.-
10.- Sen, Amartya Ob. Cit.-
11.-Citado en Beck Ulrich “Cosmopolitan Visión” Polity Press Cambridge 2006.-