Lugares sagrados

Lugares Sagrados

Autor: Agustín Squella Narducci
Editorial: Lolita Editores
Año: 2015
Número de páginas: 138

Lugares Sagrados

Autor: Agustín Squella Narducci
Editorial: Lolita Editores
Año: 2015
Número de páginas: 138

Reseña

¿Qué razón pudo tener para ungir como sagrados a bares, cafés, estadios, librerías, hipódromos, cinematógrafos y templos vacíos? ¿Qué tienen en común sitios tan diferentes para rotularlos a todos de una misma manera?

Creo que aquí “sagrados” quiere decir indispensables, intocables, insustituibles, irrenunciables, y habitados también por un espíritu común más ligado a la biografía del autor que a la entidad objetiva de tales sitios o a alguna oculta relación con la divinidad. Los lugares sagrados tienen lo que Kant refirió como “amabilidad moral que ata los corazones de los hombres”. Son “asilos para indigentes del corazón”, que es lo que Claudio Magris afirma de los cafés, donde los encargados juegan el papel de benefactores. Son sitios de arraigo a los que llegamos por propia decisión y no por ejecución de una condena. Tienen la amabilidad del gesto del fumador que acerca la cerilla para encender nuestro cigarrillo. Son los espacios donde completamos nuestra educación.

Lugares sagrados porque se vuelve a ellos una y otra vez, por amor, por necesidad, por obstinación, y porque nunca sacian del todo la sed que nos lleva a visitarlos. En los lugares sagrados hay algo que no se muestra de una sola vez. No se trata de Dios ni nada que se le parezca, sino de algo que en cierto modo lo sustituye. La religión de los bares, cafés, estadios, librerías, hipódromos, cinematógrafos y templos vacíos no conduce a ninguna tierra prometida, pero tiene de esta última el honesto sabor del destino que nos estaba reservado.

Michel de Montaigne no creía “nada con tanta certeza como esto: que no pueden dañarme las cosas a que estoy habituado desde hace mucho tiempo”.

Los lugares sagrados dan libre curso a nuestras mejores voces interiores. Son los sitios donde podemos tener nuestros más íntimos soliloquios. Nos ponen en contacto con los otros que también somos y de quienes podemos habernos olvidado en medio del aturdimiento de los días. Ellos permiten que encontremos las hebras de la vida. Son también los hilos que cosen los parches con que vamos vestidos.